Uruguay. Hidrógeno verde para su transición energética

Publicado en septiembre 22, 2022.

Cerca del 98 % de la energía generada en Uruguay proviene de fuentes renovables, especialmente hidroeléctrica, solar y eólica, gracias a una rápida transición energética.

Ahora, el país va por su “segunda transición energética” para descarbonizar el resto del consumo de energía que todavía depende de los fósiles, particularmente el transporte.

El gobierno espera avanzar en la expansión de la movilidad eléctrica y al mismo tiempo define los primeros proyectos pilotos de hidrógeno verde, hoy en alta demanda para el transporte de carga.

(https://es.mongabay.com) por Fermín Koop. Recorrer los más de 600 kilómetros de la costa de Uruguay es cruzarse varias veces con grandes molinos de viento, ubicados en los 49 parques eólicos con los que cuenta el país. Los molinos no están solos: en muchos casos conviven con miles de vacas y extensos cultivos de soja, maíz y girasol. Agricultores alquilan sus terrenos, reciben un ingreso y son parte de la primera transición energética que ya vivió esta nación.

Casi sin combustibles fósiles en su pequeño territorio, Uruguay logró transformar completamente su economía energética hace ya una década. En la actualidad, cerca del 98 % de la energía del país proviene de fuentes renovables, principalmente hidroeléctrica, solar y eólica. Una transición energética adelantada al resto de América Latina gracias a voluntad política y participación ciudadana.

“Logramos beneficios ambientales y económicos. La matriz uruguaya es hoy 500 millones de dólares por año más barata que lo que era antes de la transformación. Eso es el 1 % del PBI de Uruguay”, sostiene Ramón Méndez, secretario de Energía entre 2008 y 2015, cuando se dio la transición. “Además, se generaron 50 mil puestos de trabajo y tenemos emisiones 30 veces menores que el promedio mundial per cápita”, agrega.

Ahora, con el compromiso de alcanzar la carbono neutralidad en 2050, el desafío es encarar lo que en Uruguay llaman la “segunda transición energética” mediante la total descarbonización de su consumo de energía, todavía dependiente del petróleo en el sector del transporte. Allí aparece la movilidad eléctrica y el hidrógeno verde en el mediano plazo para el desarrollo energético de Uruguay.

UN CAMBIO ACELERADO

El paso de Uruguay a las energías renovables se remonta a una grave sequía que comenzó en 1997 y duró hasta 2007, y que redujo la generación hidroeléctrica existente a más de la mitad. El gobierno trató de cubrir ese bache aumentando las importaciones de petróleo de sus vecinos Argentina y Brasil. El costo fue muy alto y las emisiones de carbono se incrementaron.

La crisis hizo que el sector político reconociera la necesidad de aumentar la capacidad de producción de energía. En 2005, el presidente Tabaré Vázquez, del Frente Amplio, un grupo político de izquierda, asumió el cargo por primera vez y vio una solución a los dilemas superpuestos de seguridad energética y compromisos ambientales: instalar más parques eólicos y solares junto con biomasa.

“El disparador fue la subida de los precios del petróleo que se importaba en ese momento. Teníamos estudios que nos mostraban que todavía no era el momento de pasar a renovables a gran escala, pero con esos precios decidimos hacerlo igual”, afirma Francisco Fontana, asesor de presidencia en UTE, empresa pública que genera, transmite y distribuye energía eléctrica en Uruguay.

El gobierno de Vázquez no actuó en forma aislada. A pesar de contar con mayoría en ambas cámaras del parlamento, recurrió a otros partidos para lograr un consenso. En 2008, convocó a una Comisión Multipartidaria de Energía, la cual elaboró un acuerdo para el desarrollo energético al 2030. En ese documento se promovía la diversificación de las fuentes energéticas a métodos renovables y el aumento de la eficiencia.

Para lograrlo, se pusieron en marcha medidas para fomentar la inversión privada. UTE dejó de ser la única empresa en generar energía y se otorgaron contratos a privados con una garantía de precio de 20 años, con la obligación de que el Estado comprara toda la energía generada por el viento. Para premiar la rapidez, se pagaron tarifas más altas a los proyectos en terminar primero.

Se esperaba contar con 300MW de energía eólica en línea en 2015, pero se terminó con más de 700MW y mucho más por venir. Uruguay finalmente completó 49 parques eólicos con 700 molinos y una capacidad de 1.600MW, además de 260MW en energía solar. Entre 2017 y el 2020, el 97 % de la electricidad que se generó en promedio vino de energías renovables, con picos del 100 % en ciertos momentos.

“No tenemos el mejor viento del mundo, pero el territorio es bastante plano, sin montañas, con 90 % abajo de los 200 metros del nivel del mar. Por eso no hay grandes obstáculos para que circule el viento. Y el potencial es enorme, podríamos poner molinos en todos lados”, sostiene Oscar Ferreño, director de relaciones institucionales y regulación en Ventus, empresa desarrolladora de proyectos renovables.

Con ello, Uruguay pasó de ser importador de combustibles fósiles de Argentina y Brasil a exportador de energía renovable a ambos países vecinos, generando nuevos ingresos. Además, logró la autosuficiencia energética, ajeno a circunstancias externas como las tensiones actuales con el gas natural y el petróleo por la guerra en Ucrania que ya han afectado a gran parte del mundo.

LA MOVILIDAD ELÉCTRICA

Finalizada su transición a las renovables, con una inversión de 8000 millones de dólares desde 2010 a la fecha, Uruguay está preparado para asumir nuevos desafíos. Allí aparece la llamada segunda transición, que pretende abordar usos energéticos que todavía no han sido cubiertos por las renovables, es decir, que todavía dependen del petróleo.

Más de 1500 vehículos eléctricos recorren hoy las calles y rutas de los casi 175 000 kilómetros cuadrados del país, entre autobuses, taxis, utilitarios y autos particulares. UTE desarrolló una red de 150 cargadores eléctricos (dispositivos para cargar la batería de los vehículos) que abarca todo el país, la cual se complementa con redes de carga privadas. La empresa EverGoUruguay, por ejemplo, aspira a tener 380 cargadores instalados en los próximos tres años.

En diciembre de 2017, Uruguay inauguró la primera “ruta eléctrica” de Latinoamérica, que cuenta con cargadores eléctricos en todo su recorrido. En ese momento unía la ciudad de Colonia del Sacramento (suroeste) con la de Punta del Este (sureste), dos de las más visitadas por los turistas durante el verano, pero desde entonces ha tenido ampliaciones. UTE espera llegar a fines del 2023 con una estación pública de carga cada 50 kilómetros de ruta.

“Vivo en Punta del Este y voy dos veces por semana a Montevideo (la capital de Uruguay). Con un auto diésel gastaba 1700 pesos uruguayos (40 dólares) en un viaje ida y vuelta. Ahora compré un auto eléctrico, que es más caro que un diésel. Pero una carga para ir y volver de Montevideo me cuesta 78 pesos (2 dólares)”, afirma Rodrigo Zorrilla de San Martín, gerente de operaciones en EverGoUruguay.

Zorrilla, también vicepresidente en la Asociación Uruguaya de Energías Renovables (AUDER), considera que Uruguay demorará cerca de una década en transformar todo su transporte a eléctrico. Para lograrlo hace falta expandir la red de carga, dar incentivos de parte del Estado, como préstamos y reducciones de impuestos, sostiene. De todos modos, estima que Uruguay cerrará el año con 2000 vehículos eléctricos.

El Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM) presentó este año un conjunto de medidas para apoyar el desarrollo de la movilidad eléctrica. Se creó una Mesa de Movilidad Eléctrica con el sector privado, se redujeron impuestos a los vehículos eléctricos, se accedió a financiamiento de Naciones Unidas para impulsar el sector y se lanzó un programa para motos y triciclos eléctricos, entre otras medidas.

“Uruguay se ha posicionado como un caso ejemplar a nivel mundial en lo que fue su matriz de generación eléctrica. Ahora tenemos que avanzar a la segunda transición, y la segunda transición es atender desafíos. Estos son, por un lado, el avance hacia la electrificación en el transporte”, sostuvo el ministro Omar Paganini, resaltando la necesidad de dar incentivos y superar “barreras culturales” de la movilidad eléctrica.

EL HIDRÓGENO VERDE

El hidrógeno es el elemento más abundante en el universo. Es usado como insumo en la producción de fertilizantes, fabricación de acero y refinación de petróleo, con una demanda de 70 millones de toneladas por año. Se obtiene a partir de la electrólisis del agua, proceso que usa la electricidad para separar el hidrógeno del oxígeno. Si la energía usada se obtiene de renovables, no se generan emisiones.

La reciente alza del petróleo y el gas natural ha disparado el interés de gobiernos y empresas por el uso del hidrógeno como combustible para aviones, camiones y trenes. Si bien en los autos particulares se pueden utilizar baterías eléctricas, ello es más complejo de implementar en el transporte pesado, que requiere de baterías mucho más grandes. Ante ello, aparece el hidrógeno como una posible alternativa.

Para Uruguay, su generación de electricidad casi enteramente renovable significa una gran oportunidad para producir hidrógeno verde, tanto para exportar como para abastecer demandas locales de transporte. Desarrollar el sector le permitiría al país descarbonizar el transporte de carga pesada y acercarse a la carbono neutralidad, sostiene Diego Oroño, secretario ejecutivo en AUDER.

BUSES ELÉCTRICOS EN URUGUAY.

“Un camino es la movilidad eléctrica, pero ataca solo a un sector del transporte, el particular y eventualmente la carga liviana. Ahí aparece la oportunidad del hidrógeno para todo el resto. El hecho de que Uruguay haya recorrido el camino de la primera transición genera un contexto favorable para empezar esta segunda etapa y descarbonizar otros sectores”, agrega Oroño, también docente en la Universidad de la República.

UTE, cuatro ministerios (Industria, Economía, Ambiente y Transporte) y la empresa pública de combustibles ANCAP, junto a la Administración Nacional de Puertos integran el grupo de trabajo sobre hidrógeno en Uruguay. El país espera generar 30 mil puestos de trabajo y una facturación de 1700 millones de dólares anuales con el hidrógeno verde, de acuerdo a la hoja de ruta del sector presentada este año.

El desarrollo previsto por el gobierno para el sector está dividido en etapas. Hasta 2025 se buscará impulsar el desarrollo del mercado local y generar las bases para los primeros proyectos. El gobierno ya recibió 10 propuestas que buscan acceder a un fondo de 10 millones de dólares para proyectos piloto. Luego de 2025 se espera expandir el mercado doméstico y desarrollar el de exportación.

Los inversores en hidrógeno verde también tendrán un valor agregado en Uruguay. UTE presentó este año un sistema de certificación de la energía basado en la tecnología Blockchain, el cual garantiza el origen de la energía generada. Así se asegura de que el hidrógeno fue efectivamente generado con fuentes de energía renovables, sostiene Fontana, asesor de presidencia en UTE.

Pero desarrollar el sector también trae sus desafíos. Alcanzar el millón de toneladas de hidrógeno por año al 2040, tal como desea Uruguay, requerirá instalar 20GW en energías renovables y 10GW en electrolizadores, de acuerdo a la hoja de ruta. Además, al ser una industria nueva, existe un gran cuello de botella en la formación de profesionales para desempeñarse en el sector.

“Hay que empezar a formar gente urgentemente. La carrera por los recursos económicos para desarrollar los proyectos de hidrógeno va a ser fuerte, pero la carrera por los recursos humanos va a ser igual de fuerte”, sostiene Leopoldo Suescun, investigador e integrante de la RedH2uy, organización de académicos que busca la promoción, investigación y desarrollo del hidrógeno verde en Uruguay.

Si bien todavía no se conoce la cantidad de empresas y plantas de hidrógeno verde que se instalarán en Uruguay, han surgido preguntas sobre el consumo de agua que será necesario para su producción. El gobierno estima que necesitará 10 millones de metros cúbicos de agua por año para producir un millón de toneladas de hidrógeno, la meta al 2040, algo que no ve como significativo.

“La existencia de agua dulce es muy abundante y apropiada para la producción de hidrógeno verde”, se lee en la hoja de ruta del sector. “La producción de hidrógeno al 2040 requeriría un volumen de agua muy bajo, si se compara con usos de agua actuales del sector agrícola e industrial del país”.

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