Por la vacunación obligatoria contra la COVID-19 en niños

Publicado en febrero 11, 2022.

La propagación tan rápida de la variante ómicron en todo Estados Unidos —y el hallazgo de que las vacunas siguen dando una protección sólida en contra de la enfermedad grave— hace que la COVID-19 posiblemente esté más cerca de ocupar un lugar en el panteón de enfermedades que han sido controladas por las vacunas. Entre ellas están la poliomielitis, el sarampión, las paperas, la rubeola y la varicela, enfermedades contra las que la mayoría de los niños deben estar vacunados para entrar a la escuela o a la guardería. Algunos lugares han anunciado que se pedirá que ciertos estudiantes tengan la vacuna contra la covid.

Por desgracia, no todos están de acuerdo con que exigir la vacuna sea lo indicado. Rand Paul, senador por el estado de Kentucky, quien se ha manifestado en contra de los mandatos de vacunación obligatoria, dijo que ómicron era “la vacuna de la naturaleza”. Diecisiete estados del país, en su mayoría con líderes republicanos, se han empecinado en prohibir, de alguna manera, el requerimiento a los estudiantes de la vacuna contra la covid. Esta renuencia a aceptar los mandatos es un problema, sobre todo porque las tasas de vacunación entre los niños de 5 a 11 años siguen siendo sorprendentemente bajas —menos del 15 por ciento en algunos estados—, pese a que los menores de 5 años han tenido la posibilidad de vacunarse desde el otoño pasado en Estados Unidos.

La historia nos ofrece lecciones de por qué las tasas de vacunación bajas en niños son tan riesgosas y por qué deberíamos considerar en serio la obligatoriedad de la vacuna contra la covid.

En general, los niños en Estados Unidos deben recibir varias vacunas antes de que entren a la escuela, en parte porque esa es la mejor manera de asegurarse de que toda una generación esté bien inmunizada.

Muchas de las enfermedades a las que ya no les tenemos miedo (gracias a las vacunas) fueron aterradoras durante décadas —o siglos, en algunos casos—, sobre todo cuando llegaban a un lugar que era “inocente” en términos inmunológicos y aparecían en cuerpos que no las conocían. Esa era la situación desoladora en la que nos encontrábamos con la COVID-19 a principios de 2020..

Cuando los exploradores llevaron a las poblaciones nativas del Nuevo Mundo enfermedades como el sarampión, que llevaba mucho tiempo en el continente europeo, mataron a aproximadamente entre el 80 y el 95 por ciento de algunas poblaciones indígenas en brotes repetidos a lo largo de 100 o 150 años. Cuando fue más fácil viajar por todo el mundo, el rey y la reina de Hawái llegaron a Inglaterra en 1824 y ambos fallecieron ahí de sarampión. El virus regresó a Hawái en 1848 y comenzó una epidemia que mató a un cuarto de la población nativa, según un estimado; luego repuntó provocando olas adicionales que mataron a más personas en las siguientes décadas.

Incluso después de que se inventaran las vacunas y de que enfermedades como el sarampión y la varicela dejaran de ser comunes (y peligrosas desde el punto de vista médico para el niño promedio), Estados Unidos continuó imponiendo la vacunación en las escuelas por razones diferentes en cada caso, pero igualmente importantes.

Vacunamos contra la varicela y el sarampión en parte porque pueden ser más letales para los adultos, para las personas inmunodeprimidas y para los bebés, cuyos sistemas inmunitarios aún están en desarrollo. Como pasa con la covid.

Vacunamos contra las paperas, que en general suele ser una enfermedad no muy seria, porque algunos enfermos sufrirán efectos duraderos y graves, como infertilidad en los varones adolescentes o la pérdida de la audición. Se puede establecer un paralelismo con la covid persistente o covid prolongada, la cual puede inflamar los órganos, además de que aún no conocemos los efectos a largo plazo del coronavirus.

Asimismo, los niños con varicela tristemente necesitan estar aislados en casa durante mucho tiempo. Y les ponemos esa vacuna —y la del sarampión— porque cuando hay un brote en una escuela, en ocasiones causa un trastorno importante si las tasas de vacunación son bajas, ya que es necesario hacer el rastreo de contactos y tomar otras medidas de salud pública.

Tal como está pasando ahora con el coronavirus.

Podríamos tener suerte y lograr una inmunidad más generalizada frente a la COVID-19 con relativa rapidez, una vez que las nuevas olas sean cada vez menos abrumadoras. Pero incluso si esto llegara a suceder, muchas personas no vacunadas morirán o enfermarán gravemente y algunos niños faltarán a la escuela pese a no necesitarlo. Podrían surgir variantes nuevas, quizá más peligrosas. ¿Realmente queremos dejar nuestra salud a la suerte y no aprovechar al máximo esta herramienta tan eficaz que tenemos a nuestra disposición?

¿Qué camino queremos tomar para dejar atrás la pandemia: el más rápido y seguro de la vacunación obligatoria o uno que podría ser tambaleante y prolongado?

Desafortunadamente, las vacunas de la covid llegaron en un momento de profundas divisiones nacionales, cuando la ciencia se ha politizado y la falta de confianza en el gobierno es alta. Incluso los padres que han entendido la necesidad de vacunar a sus hijos contra otras enfermedades se resisten a esta inmunización. Los estados y distritos escolares que han anunciado planes para preceptos de vacunación ya se enfrentan a críticas.

Es diferente a la manera en la que respondió el público a la introducción de muchas vacunas infantiles en el siglo XX. En 1955, la gente reaccionó con entusiasmo ante la disponibilidad de la vacuna contra la poliomielitis, una enfermedad que a veces tenía consecuencias desastrosas para la salud, pero que —al igual que la covid— era asintomática o leve en la mayoría de las personas infectadas, especialmente en los niños. Las dudas que sí llegaron a existir no estuvieron motivadas por el intenso partidismo y la división política de hoy en día.

Es posible que el entusiasmo de aquella época por una vacuna nueva en parte se haya debido a que los estadounidenses habían vivido brotes temibles de poliomielitis y las cuarentenas consiguientes durante gran parte de la primera mitad del siglo XX. En 1955, muchos estadounidenses conocían a alguien que había perecido a causa de la polio o que había quedado parcialmente paralizado. La gente ha vivido con COVID-19 durante un tiempo relativamente breve.

La resistencia a la vacuna de la covid tal vez se disipe una vez que la Administración de Alimentos y Medicamentos haga que la vacuna para niños pase de la autorización de uso de emergencia a la aprobación total y que las olas de covid afecten a más estadounidenses.

Así es como mi opinión sobre otra vacuna se vio afectada hace una generación: mi hija mayor contrajo varicela antes de que existiera la vacuna y pasó horas en baños de avena cubierta de cientos de ampollas que le causaban comezón. No pudo volver al preescolar (ni yo al trabajo) durante 10 días, hasta que las ampollas se cubrieron de costras; algunas cicatrices tardaron años en desaparecer.

Así que cuando la vacuna contra la varicela salió al mercado en 1995, me apresuré a vacunar a mi hijo de 2 años. De todos modos se enfermó, pero fue un caso leve, como la mayoría de las infecciones posvacunación de covid: una tarde, mientras él jugaba, noté dos ampollas reveladoras en la parte superior del brazo que desaparecieron en 24 horas. No se perdió ni una sola cita de juego.

Como muchas vacunas que se aplican en la infancia, esa vacuna lo protegió a él, a nuestra familia, a mi trabajo, a nuestra cuidadora, a sus clases de maternal, a su abuela y a todas las personas vulnerables con las que habíamos entrado en contacto en el mercado o en el metro. Si queremos que esta pandemia tenga un desenlace rápido, vacunar a los niños en edad escolar tendrá el mismo efecto dominó y posiblemente sea la mejor manera de lograrlo.

Fuente: www.nytimes.com – Elisabeth Rosenthal fue médica de urgencias antes de dedicarse al periodismo. Fue corresponsal del New York Times, es autora de An American Sickness: How Healthcare Became Big Business and How You Can Take It Back y editora jefa de Kaiser Health News. @RosenthalHealth

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