El Papa Francisco dejó trazada, hasta en su descanso eterno, una línea íntima con su origen. Su tumba, que ya fue preparada en la Basílica de Santa María la Mayor en Roma, será construida con pizarra de Liguria, la tierra natal de sus abuelos maternos. Un gesto que conmovió a toda Italia, pero especialmente a los habitantes de Cogorno, un pequeño pueblo costero donde comienza la historia familiar del Pontífice argentino.
El anuncio fue realizado por el cardenal Rolandas Makrickas, arcipreste coadjutor de la basílica liberiana, y confirmó que la sepultura del Papa tendrá una sencilla inscripción: Franciscus, junto a la imagen de su cruz pectoral. Estará ubicada entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, cerca del altar de San Francisco, como si todo en su trayectoria espiritual hubiese desembocado allí.
Pero lo que convierte este sepulcro en un símbolo poderoso no es sólo el lugar, sino la piedra elegida: pizarra de Lavagna. Se trata de un material oscuro, resistente, cálido y popular, extraído de las canteras de Tigullio, en la Liguria oriental. “Es la piedra del pueblo”, explican quienes la trabajan. Una definición que parece escrita a medida del propio Bergoglio: un Papa cercano, austero, humano.
La emoción en Cogorno: “Nos hizo un último regalo”
El anuncio impactó profundamente en Cogorno, ese rincón italiano desde donde Vincenzo Girolamo Sivori, bisabuelo del Papa, emigró hacia Buenos Aires en el siglo XIX. Aunque murió joven, alcanzó a conocer a su sobrina Regina María Sivori, la madre del futuro pontífice. Allí, una placa de pizarra —cómo no— recuerda a Vincenzo en una casa color pastel junto a la parroquia de San Lorenzo.

“Sabíamos de su linaje, pero nunca imaginamos que eligiera este vínculo para su tumba”, confesó Enrica Sommariva, vicealcaldesa del municipio. Y fue su hija, Cristina Cogorno, quien relató el momento en que el Papa los reconoció en persona: “Nos saludó como un primo del fin del mundo. Nos dijo: ‘¡Por fin conozco a los Sivori!’”. Fue en 2017, durante una visita papal a Génova. Otra conexión íntima, sellada entre la historia familiar y el pontificado.
Una piedra que abraza
Franca Garbarino, presidenta del Distrito de la Pizarra de Liguria, explicó que esta roca “no se impone, sino que acompaña”. No es fría como el mármol, sino cálida al tacto. Se adapta, se mezcla, se hace camino. Como Francisco, que dialogó con todos, creyentes y no creyentes, sin levantar muros. La pizarra, dice, “es humilde, resistente, esencial. Como él”.
En 2015, ya se había producido un emotivo gesto simbólico: una delegación ligur viajó a Roma para regalarle un bajorrelieve de pizarra con la imagen de la iglesia de San Lorenzo y las herramientas de los canteros. Fue recibido en silencio, pero con profunda gratitud.

La ciudad de los tres Papas
Cogorno, ya tocada por dos Papas, Inocencio IV y Adriano V, tío y sobrino de la dinastía Fieschi, una familia local, también acoge idealmente a Francisco y será reconocida como “la ciudad de los tres Papas”. La comunidad ligur lo despide como si aún viviera entre ellos, como si la piedra que ahora lo cobijará fuera un pedazo más de su alma.
Así, Francisco completa su viaje. Con una última decisión cargada de sentido, tejió un lazo eterno entre sus raíces italianas y su legado universal.
Con información de Vatican News