Argentina está viviendo, posiblemente una situación que nunca en toda la historia constitucional del país, ha sucedido. Sin campaña electoral, sin urnas, sin votos; los argentinos hemos cambiado de Presidente. Uno sin Bastón, pero con lapicera.
Posiblemente uno crea todo lo que ve en televisión, lo que lee en los diarios, pero, verdaderamente, ¿llega al fondo de la cuestión? Habitualmente no. Porque hay mucho más bajo la parafernalia de los no anuncios, de las no conferencias, de las no medidas.
Los cambios que se vienen en el gobierno nacional, el de los Fernández; no son quirúrgicos. Fueron hechos con motosierra, nada delicado, nada sutil. Todo muy burdo, muy brusco y sin miramientos.
Sergio Massa, el ahora superministro, aquel que hace alrededor de 25 días, ya intentó hacer lo que consiguió esta semana de fin de julio, está transformándose en un engranaje tan brutal como necesario para el gobierno que pretende conservar el poder, por lo menos hasta el final del mandato de Alberto Fernández.
Massa se convirtió en Presidente sin el título, en el político más importante del país, por encima, tanto de Alberto como de Cristina. Así simplemente. Una nueva coalición política gobierna la Argentina. Parte escindida de la vieja fórmula del Frente de Todos, parte del peronismo ortodoxo, la liga de gobernadores y los grupos de poder empresarial que manejan el mercado.
La Liga de Gobernadores peronistas fue la primera clave, la desesperación de Cristina Fernández de Kirchner la segunda y la falta de respuestas de un gobierno inerte, el de Alberto, la tercera.
Pero indudablemente el tiempo perdido desde la primera intentona Massista de hacerse con el gobierno, cambió un poco el escenario. No le dieron de primera todo lo que pidió. Quedan el Banco Central, el Ministerio de Desarrollo Social, las grandes cajas. Pero hay que tener paciencia, ya vendrá y Sergio Massa demostró que sabe esperar.
Si los primeros resultados de la nueva gestión del ahora superministro empiezan a dar ciertos frutos, aparecerán nuevas recompensas para él y para su Liga. Sino, solo será un fracaso más de este gobierno y obviamente podrán encontrar el responsable mágico que hará que por lo menos CFK y La Cámpora se despeguen definitivamente del Alberto y terminen la estrategia de siempre. Buscar el enemigo interno y generar su propia oposición.
Por hora hay que esperar, pero mientras algunos aún se están despabilando, la semana arranca con un nuevo gobierno en un país que aún no encuentra el rumbo y ya no sabe bien donde está el verdadero poder.