Argentina no tiene gobierno nacional desde el 10 de diciembre de 2019. El Ministerio de Educación, no tiene una sola escuela, un solo docente primario o secundario a su cargo. El nuevo Ministerio de Salud, solo entorpece las acciones de los ministerios provinciales; El Ministerio de Agricultura, solo traba el ingreso de divisas.
La descripción podría seguir con cada uno de la interminable lista de ministerios creados por el kirchnerismo, de Alberto Fernández; como es el caso de la Jefatura de Gabinete, que solo se utiliza para manejar sin prejuicios, los fondos nacionales establecidos en el presupuesto.
O el ministerio de Agricultura, que permite que se desfinancie el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), cuando sus fondos son intangibles ya que provienen de las retenciones a sectores de la producción rural.
Sin embargo, funciona la máquina de hacer billetes para algunos, mientras se vacían las arcas del ANSES quitando a los jubilados haberes que lograron trabajando y aportando toda la vida, mientras CFK se vanagloria de poder cobrar; y sin el Impuesto a las Ganancias, fortunas mensuales.
De qué sirve un país con un gobierno central que solo se preocupa por sus intereses personales y corporativos, cuando el resto del país, sufre las consecuencias económicas de un manejo sin plan. Cuando las economías regionales desaparecen y cuando en realidad, para el relato, todo es culpa del otro.
Por eso y tal vez por muchas otras cuestiones, hoy Argentina estaría al borde de la disolución como país. No hay respuestas desde la Casa Rosada, salvo para defender sus intereses personales y los de sus funcionarios.
No hay respuestas económicas, sociales y productivas globales y sectoriales que permitan visualizar un futuro pos pandemia. Nuestra moneda ya prácticamente no existe y no es producto de la pandemia su desvalorización, sino de un gobierno al que no le preocupa la agenda de la gente.
Basta solo con mirar la depreciación sufrida por las otras monedas latinoamericanas y será sencillo darse cuenta que este gobierno nacional, no tiene ni siquiera una política cambiaria que pueda suavizar los efectos de la crisis mundial que, ni por lejos, tiene la envergadura que tiene la Argentina.
(*) Miguel Matusevich