Mientras América Latina busca financiamiento, infraestructura y nuevos socios estratégicos, China avanza con una presencia cada vez más profunda. Inversiones, deuda, tecnología y cultura forman parte de una estrategia integral que plantea oportunidades, pero también interrogantes claves sobre soberanía, dependencia y futuro geopolítico de la región junto a un actor mundialmente cuestionado por su autoritarismo y falta de transparencia.
Con la nueva etapa de expansionismo económico del gigante asiático, China dejó de ser un actor lejano para convertirse en una pieza central del tablero económico y político latinoamericano. En poco más de una década, consolidó una presencia estratégica en la región a través de inversiones millonarias, financiamiento estatal, control de infraestructura crítica y una creciente influencia tecnológica y cultural. Todo ello bajo una lógica silenciosa, gradual y profundamente planificada que hoy le otorga una influencia abrumadora en los países latinoamericanos.
Uno de los principales instrumentos de esta expansión es la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), un faraónico proyecto con años de desarrollo que intenta asegurar un vínculo comercial mundial con el gigante rojo, habilitando obras, acuerdos energéticos y nuevas rutas comerciales, concentradas especialmente en energía, minería e infraestructura.
Esto, junto a una cuidada política diplomática, ayuda a convertir a China en uno de los principales socios comerciales de economías clave en la región como Brasil, Chile, Perú y Uruguay, sin embargo, esta relación presenta una asimetría estructural: América Latina exporta mayormente materias primas e importa productos manufacturados, profundizando un modelo extractivista que limita el desarrollo industrial local.
La triada de inversiones, deuda y dependencia de tecnología estratégica a terminada por desgastar la autonomía política de los países que más se han vinculado al gigante asiático, reconfigurando el tablero geopolítico con nuevas afinidades convenientes a China, que al mismo tiempo amenaza con una invasión a mientras Taiwán refuerza vínculos con Rusia entre otros modelos autoritarios.
El financiamiento vía créditos es otro eje central, muchas veces opacos y condicionados a la contratación de empresas chinas, generan fuertes cuestionamientos sobre transparencia, sostenibilidad de la deuda y autonomía económica. Casos como Venezuela y Ecuador muestran cómo el endeudamiento puede derivar en compromisos energéticos y estratégicos desfavorables.
La inversión en infraestructura crítica también despierta alertas. Puertos estratégicos como el megapuerto de Chancay en Perú, represas hidroeléctricas y proyectos energéticos operados por empresas estatales chinas no solo facilitan el comercio, sino que otorgan a Beijing una capacidad de influencia logística y geopolítica de largo plazo.
A esto se suma la dimensión tecnológica. La expansión de Huawei en redes 4G y 5G en América Latina abre oportunidades de conectividad, pero también genera preocupaciones vinculadas a la seguridad de los datos y la dependencia tecnológica, especialmente desde la mirada de Estados Unidos y sus aliados.
Finalmente, China también la toma del quinto poder a través de medios estatales como CGTN y Xinhua, convenios con medios locales, capacitaciones a periodistas y la expansión de los Institutos Confucio , Beijing construye una narrativa favorable sobre su modelo político y económico, omitiendo las denuncias por violaciones a derechos humanos, persecución a disidentes, abuso de poder, corrupción y autoritarismo. Si bien estos espacios también promueven el idioma y la milenaria cultura china, diversas voces académicas advierten sobre límites a la libertad académica y una visión parcial del país asiático.
La pregunta ya no es si China está presente en América Latina, sino cómo ya qué costo se llamara adelante sus verdaderos aviones . El desafío para la región consiste en aprovechar las oportunidades sin renunciar a soberanía, transparencia ni capacidad de decisión. En ese delicado equilibrio se juega buena parte del futuro político y económico latinoamericano.
(*) Por Nelson Damián Cabral – Periodista | Escritor – Corrientes – Argentina

























