Estas elecciones presidenciales en Argentina, tanto las que se dieron en las PASO, más allá de los resultados, de los nombres y las personas, comenzaron a romper el paradigma de las estrategias digitales 2.0 que se venían implementando tímidamente desde hace un tiempo en la Argentina y que a falta real de conectividad, teniendo en cuenta que estamos lejos de 5G y de otras herramientas digitales, mostraron la posibilidad de gestionar desde la digitalidad, una especie de 3.0, casero en algunos casos, y con un poco más de profesionalismo en otros.
Lo cierto es que la tecnología y el comportamiento de los consumidores no detienen sus avances. Pero la diferencia se marcó en estas elecciones en la que se incorporaron todos los elementos vinculados a la comunicación 2.0, pero además con una incipiente pero bastante fuerte injerencia de la comunicación 3.0. Tercer hito o tipo de comunicación.
La comunicación 1.0, es la que se dio cuando las campañas políticas enviaban mensajes a sus potenciales votantes y estos eran únicamente receptores o espectadores de esa comunicación unidireccional.
Luego vino la comunicación 2.0, marcada por una comunicación bidireccional. Los responsables de las campañas políticas comenzaron a enviar mensajes y los votantes podían opinar sobre ella.
Pero en esta comunicación 3.0 el votante, el militante o el simpatizante, además de opinar tiene lo que se llama el poder de la relación contractual. Es un consumidor de redes sociales y parte del mundo digital donde no solo interactúa con otros que piensan como él, o incluso contra él, sino que también generan contenidos que movilizan aún más el mundo digital, y hacen que los algoritmos establezcan mayores grados de intercambio de opiniones y experiencias, cercanos a lo que piensan los militantes de ciertos esquemas electorales.
Es obvio que no solo los ciudadanos, los militantes aprovechan de este avance tecnológico, sino que las estructuras partidarias han reaccionado y llegan a más público y en forma más eficiente al destinatario de sus mensajes políticos.
Generar contenidos y micromilitancia
Mediante esta manera artesanal de experimentar la comunicación 3.0, las campañas políticas de algunos candidatos en Argentina tuvieron la oportunidad de hacer sentir integradas a las personas que creaban estos contenidos a la vez que incentivaban a otros a hacerlo.
La comunicación 3.0, está claro, se caracteriza por ser recíproca y tener una doble vía tan fuerte que se retroalimentan unas a otras. Los productores oficiales de contenido político se veían cada vez más obligados a producirlos ante la gran cantidad de posteos, videos y hasta temas musicales de alto contenido.
Emocionar al usuario es un objetivo de la comunicación 3.0 y esto es entendido como un aliado de la fidelización, paso previo a la obtención de confianza. Como resultado, se logra una gran cantidad de “militantes” que impondrán fervientemente a “su candidato” a su entorno.
Obviamente esta micromilitancia y la producción de contenidos ha hecho que una campaña electoral tradicional se haya trasformado en una actividad de encuentros masivos, de discursos que nadie entiende, de afiches y volantes que son carísimos contrapuesta a una actividad digital de redes sociales donde son las personas las que más comunican hacia arriba.
¿Cómo lo consiguieron?
La tecnología está ofreciendo multitud de aplicaciones que pueden ayudar a conocer más a las “personas”, ciudadanos interesados en militar las propuestas del político al que siguen y crear perfiles, emocionarlos y lograr que sus opiniones online, se transformen en hábitos.
También, pensar en cada tipo de “persona” particularmente y personalizar la comunicación, genera una conversación exclusiva, haciendo que el votante se sienta único y crea que le están hablando a él, por lo que responderá con lo mejor de sí mismo y apuntará a micromilitar, permanentemente.
Por otra parte, estas “personas”, estos ciudadanos ya comprometidos, querrán saber qué hacemos, cómo lo hacemos. Cuales son nuestros valores, si somos éticos, entre otras cosas, para verse reflejados en la propuesta política del candidato.
Es necesario que el mensaje de bajada con la recepción del mensaje de subida sea lo más correcto posible en términos de crear contenidos para un objetivo determinado y la plataforma de publicación deberá ser la correcta. No tiene sentido publicar en una u otra red si nuestros “Ciudadanos” no están allí.
Por supuesto que es necesario adaptar la campaña publicitaria electoral a la alta penetración de smartphones y tablets. Es casi una verdad de perogrullo instar al consumo de contenido en formatos como la tradicional computadora personal, cuando nuestros consumidores están en dispositivos absolutamente autónomos, portátiles e hiperconectados.
Finalmente, esa creación de contenido debe invitar a las “personas” a vivir la experiencia de nuestras ideas y eso significa pasar del “decir” al “hacer”. Esto generará a la vez una nueva catarata de producciones digitales que volverán a inundar las redes y volverán virtuoso un círculo de mensajes.
Finalmente, esta campaña 3.0; tiene un costo infinitamente menor, respecto de la tradicional de grandes movilizaciones, afiches que contaminan el espacio visual de las ciudades, spots televisivos de calidad cinematográfica y miles y cientos de elementos gráficos en papel.
Ya que todo se reducirá a piezas digitales casi sin costo alguno, con una viralización propia de su calidad y representatividad, de la mano de quienes se sientan por un lado identificados y por el otro, parte de un aparato de militancia que saben dónde comienza, pero nunca donde termina. La viralización de esas piezas digitales, hace bajar el costo de producción de cada una de ellas, con cada visto, cada reproducción, cada MG, haciendo que su valor sea minimalizado a la hora de establecer un presupuesto de campaña
Editorial