Con garra, con corazón, con Messi. Con actitud, con cambios tácticos necesarios, con Julián Alvarez. Con paciencia, con sudor, con De Paul. Con personalidad, con Dibu. Con un equipo que se encontró con la dureza australiana a cada paso, con una Selección que sin brilla se las ingenió para destrabar un partido que venía raro. Porque Argentina pisa fuerte en Qatar, eliminó a Australia 2-1 y ahora ya está en Cuartos contra Países Bajos.
Papu Gómez por Di María era el único cambio para tratar de resolver el bloqueo que iba plantear Australia. Y a la Selección le costaba encontrar esas pequeñas sociedades, esos encuentros de juego corto para que aparecieran los espacios si no tenía volantes como Di María que hacen del 1 vs 1 una costumbre que rompe defensas. Pero le costaba y mucho.
Hasta que Messi, que venía medio peleado con la precisión -muy raro en él- se conectó. Se encendió para no apagarse más y hacerse amo y señor del partido. Porque el pelotazo que le vino desde muy lejos, el capitán la mató con un solo movimiento y eso ya descolocó a la marca. Encaró como tantas veces de derecha a izquierda, descargó con Mac Allister, el pase a Otamendi y el central que se la frena y dice: “Es tuya”. Porque sabe que ahí, Leo es infalible. El gol trajo la tranquilidad para pensar un poco mejor.
Conceptualmente el partido estaba controlado pero le costaba resolverlo en el resultado. Scaloni empezó a mover y mover. Vio que atrás necesitaba un poco más de control y rearmó por primera vez el plantel metiendo a Lisandro Martínez, con 5 atrás y sacando al Papu.
Argentina esperaba en mitad pero amenazaba. Con un Julián Alvarez molestando en cada salida y así generando errores no forzados en las salidas de los australiano. De Paul se sumaba a esa historia y no paraba de recuperar. Y así fue como los dos encerraron a Australia. Con De Paul corriéndolos hasta Sidney y obligando al error. Y claro, la Araña no perdonó y la Selección parecía llegar a la calma.
Y a pesar del 2-0, Scaloni también hizo cambios. Vio que necesitaba más control de pelota en Palacios. No contaba con un Messi y sus mejores 20 o 25 minutos del Mundial. Mientras Australia se encontraba con un gol de carambola (la pelota iba a la tribuna, rebotó en Enzo Fernández y se puso 1-2), Leo empezó a hacer todo lo humanamente posible para que Lautaro Martínez metiera el gol que no pudo, que se le negó. Y cuando la magia del capitán generando infracciones, acumulando gambetas como en sus versiones más brillantes, apareció el otro crack del día: ese enorme Dibu Martínez para tapar una mano a mano en el que sin que se lo advirtieran antes, se estaba convirtiendo en héroe.
La Selección está entre los ocho mejores. Y bien merecido lo tiene. Con un corazón enorme, con variantes necesarias, con el mejor en modo imparable y con la ilusión cada vez más encendida. Países Bajos espera en Cuartos. Y allá va Argentina. Va por más.
Fuente: ole.com.ar