El Centro Aguará despidió con profunda tristeza a “Tolongo”, un mono carayá que llegó en 2016 tras ser rescatado del mascotismo y que, a pesar de los intentos de rehabilitación, nunca logró adaptarse a la vida en libertad.
Tolongo fue víctima de un error humano repetido en todo el país: tratar a los animales silvestres como mascotas. Desde pequeño estuvo rodeado de personas y dependía de la presencia de voluntarios o cuidadores para no caer en la depresión. Esa dependencia lo convirtió en un ejemplar incapaz de integrarse a un grupo de su especie.
“Necesitaba del hombre para vivir. Si no veía a sus cuidadores, se angustiaba muchísimo”, explicó Catalina Mancedo, coordinadora de Difusión y Educación Ambiental del Centro Aguará, en diálogo con Radio Dos.
Durante sus años en el refugio, Tolongo fue testigo de cómo otros monos se rehabilitaban y volvían al monte. Él, en cambio, permanecía aislado, observando de lejos lo que nunca pudo experimentar: la vida en grupo y en libertad. “Por más que tengamos los mejores profesionales y ambientaciones, jamás podremos darles lo que les brinda la naturaleza”, subrayó Mancedo.
Tolongo, con su gran porte y su pelaje llamativo, se convirtió en un símbolo para el equipo del Centro Aguará. Su partida generó un fuerte impacto entre voluntarios y trabajadores que lo acompañaron casi una década.
“Ahora es libre al fin”, dijo Mancedo conmovida, al tiempo que reiteró un llamado a la sociedad: los animales silvestres no son mascotas. Cada vez que alguien retira un ejemplar de su hábitat, no solo compromete su bienestar, sino que muchas veces lo condena a no poder regresar jamás a la naturaleza.