Si la biología y la genética jugaran sus cartas con lógica, Cristina Fernández debería vivir otros 17 años hasta alcanzar los 89 años, edad a la que murió su madre. Un tiempo muy largo para cualquier agonía.
Durante 18 años, entre 1955 y 1973, el peronismo tuvo un líder que estaba sin estar. Buena parte de la política argentina pivoteó esas dos décadas con un pie en Argentina (epicentro en Balcarce 50, Buenos Aires) y otro en España, (epicentro en Puerta de Hierro, Madrid).
Durante largos años, dice el folclore peronista, los cabecitas negras con más fe miraban al cielo esperando la llegada de un avión negro con el General adentro.
Cuando finalmente volvió, ni Argentina ni el General eran los mismos y todo fue triste, doloroso y final.
Desde entonces, el partido con mayor centralidad política de Argentina del último siglo pudo reconvertirse un par de veces.
¿Se apagará desde ahora el peronismo como le sucedió al viejo radicalismo después de Alfonsín?
Imaginar una Argentina sin radicalismo y peronismo como partidos con centralidad política, es un escenario cada vez más probable.
El reordenamiento que Milei imaginaba para la Argentina es cada vez más palpable: de un lado los colectivistas, peronistas de casi todos los colores, radicales K y la izquierda. Enfrente, los que defienden la libertad individual y de mercado, con La Libertad Avanza en crecimiento y el PRO en resistencia.
Un peronismo “con de todo” dentro, parece no tener más lugar ni líderes que logren amalgamar ideas tan contradictorias que supieron promover Perón, Luder, Cafiero, De la Sota, Menem, Duhalde, Kirchner, Fernández (ella), Fernández (él) y el “soviético” Kicillof.
Un par de peronismos con distintos anclajes provinciales es un escenario muy probable mientras Milei siga acertando en la economía y sintonice con un parte importante del electorado hastiado de casi todo.
Del otro lado, una derecha con centralidad en La Libertad Avanza y su “marca B” en el Pro parece consolidarse en este pedazo de historia, siempre con final incierto.
Dicen que los próximos presidentes ya no saldrán de la vieja política, de los partidos tradicionales sino de los nuevos emergentes de la comunicación, de las redes sociales.
Para esta mirada, Milei fue un cisne negro, pero solo uno de varios más a los que abrió la puerta de la política grande.
Sin Cristina como antagonista, con un Kicillof sin piné y hasta un Macri desgastado, Milei parece ser el sepulturero de los políticos de la vieja guardia.
Sus clavos al cajón de la política tradicional tendrán la fuerza y resistencia que le den los resultados económicos: inflación en extinción y crecimiento económico.
Los intentos de Cristina por no morir, por no abandonar la centralidad que adora, parecen intentos más desesperados que conducentes.
Como en los largos años de exilio de Perón en España, Cristina seguirá estando sin estar del todo. Muchos imaginarán un regreso a los años dorados que quizás nunca existieron.
La suerte está echada. La Corte Suprema habló y puso al peronismo (a la política argentina también) del otro lado de un río que hasta hace poco parecía infranqueable.
(*) Por Íñigo Biain – Infonegocios