La demanda de biocombustibles en el mundo es una tendencia en crecimiento y nuestro país tiene los recursos naturales y tecnológicos para dar respuesta a las regulaciones y exigencias de los mercados.
La transición energética es prioritaria en la agenda mundial y los objetivos de transporte sostenible, como parte de un enfoque de bioeconomía para la producción y el consumo. El impulso a la reducción del uso de combustibles fósiles es materia de políticas y regulaciones estrictas en los mercados y aumenta la demanda de materias primas como soja, maíz, canola, camelina y carinata.
Nuestro país tiene recursos y oportunidades para brindar respuesta a estas demandas que siguen en aumento. No obstante, el acento está puesto, cada vez más, en el control riguroso de los procesos de producción y su origen sustentable. En este sentido, la trazabilidad cobra un valor fundamental para demostrar las buenas prácticas agrícolas frente a los mercados, crucial para que la producción de suministros para bioenergía se convierta en el combustible de transformación para una economía sustentable y rentable en nuestro sector agrícola.
“Los países que buscan la transición energética hacia bioenergía están exigiendo que los orígenes de los cultivos no estén involucrados en la deforestación de suelos para su explotación, cuyo efecto podría contrarrestar los esfuerzos de reducción de las emisiones. Por este motivo, las regulaciones se enfocan en garantizar el acceso a materias primas 100 % libres de deforestación y que cumplan con estándares ambientales exigentes”, señala Diego Hoter, CEO y co-founder de ucrop.it, AgTech argentina de trazado de cultivos reconocida por 2BS Association como plataforma oficial en LATAM para verificación de paisaje sustentable. La certificación 2BSvs verifica el origen sostenible de la producción de biomasa para productores de biocombustibles, permitiendo su acceso a la Unión Europea.
La Unión Europea se propone alcanzar un 5 % de empleo de biocombustibles en transporte aéreo para 2030, y un 63 % para 2050; así como un 6 % de reducción de gases de efecto invernadero para 2030 y un 75 % para el 2050 en transporte marítimo, según la Comisión Europea. Asimismo, en Estados Unidos, donde el porcentaje de corte de hidrocarburos va entre el 20 y el 30 % según el estado, creció la demanda de aceite de soja para la producción de biodiesel.
En una temporada que se espera mucho más húmeda y próspera para las cosechas, Argentina puede producir más de 50 millones de toneladas de soja, uno de los cultivos clave para la producción de biocombustibles. En promedio, Argentina produce 2,5 toneladas de biodiesel cada año, cuyo principal destino son los mercados internacionales (55 %), según datos del Observatorio de Bioeconomía de la Nación.
El 2024 llega con una oportunidad excepcional para volver a posicionarnos como principal proveedor de este cultivo y sus derivados en el mundo, así como otros cultivos de los que se originan biocombustibles. “Muchos productores argentinos están trazando sus cultivos y demostrando sus buenas prácticas en cultivos clave como la camelina y la carinata, que son un cultivo de cobertura con emisión cero, la soja y el maíz. Esto les permite acceder a certificaciones internacionales y nos posiciona como un país de bajo riesgo ambiental”, indica Hoter.
Desde la nueva gestión, consideran que la bioenergía es uno de los puntos clave para desarrollar “SBN” (Soluciones Basadas en la Naturaleza) y reducir las emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero) y su impacto ambiental. La puerta de ingreso a los mercados va de la mano del cumplimiento de las regulaciones sobre sustentabilidad, como son los esquemas de certificación de RSB, 2BS o ISCC, que garantizan el origen sustentable de las materias primas a partir de las que se elaboran.