Entre 1930 y 1970 la industria de la moda potenció, con el auspicio de las autoridades, la instalación de criaderos de animales cuya piel era utilizada para la confección de abrigos. Así llegó el visón americano a la Argentina.
(https://es.mongabay.com. Por Rodolfo Chisleanschi) La crisis de esa industria llevó al cierre de casi todos los criaderos y la liberación de los visones condujo a su expansión en vida silvestre. Hoy, el visón ocupa casi toda la Patagonia, desde Neuquén a Tierra del Fuego.
Su erradicación ya es imposible. Su carácter depredador y oportunista lo ha transformado en una amenaza para especies en peligro como el macá tobiano, la gallineta chica o el pato de los torrentes.
El macá tobiano (Podiceps gallardoi) es una pequeña ave endémica de Santa Cruz, la más austral de las provincias continentales argentinas. Su estado de conservación es crítico y la continuidad de la especie depende de muy diversos factores, pero dado que el éxito reproductivo tiende a ser escaso —apenas cuatro ejemplares se sumaron a la población en las últimas cinco temporadas de cría—, la supervivencia de las aves adultas resulta vital.
Muy selectivo en sus hábitos, el macá solo tiene sus nidos en las lagunas de altura de la meseta cordillerana. Allí establece sus colonias cada verano, pero en 2011, un único individuo de visón americano (Neovison vison) descubrió una de esas colonias. Su visita hizo estragos: mató 33 aves adultas, destrozó los nidos, los huevos y los pichones que encontró a su paso. En una sola noche puso en peligro la existencia de toda una especie.
Exótico, ya que es natural de Canadá y Estados Unidos; el visón es considerado por el gobierno argentino como una especie invasora en el país, una verdadera “plaga” que recorre prácticamente toda la Patagonia argentina. Su presencia ha sido detectada desde Neuquén, al norte, hasta la Isla Grande de Tierra del Fuego en el confín más austral de América, y se extiende también por la vertiente chilena de los Andes. Su gran capacidad de adaptación le permite acomodarse a todos los ambientes: montañas, bosques, mesetas, costas. Los expertos aceptan que su población es imposible de cuantificar hasta el momento, pero tiende a expandirse, más allá de las medidas de control que poco a poco se han ido estableciendo.
“Son unos cazadores súper eficientes, con una habilidad muy desarrollada que les permite atacar aves de tamaño considerable, como el cisne negro o el cauquén, que puede pesar hasta tres kilos”, explica Laura Fasola, doctora en biología y coordinadora del Programa Patagonia de la organización Aves Argentinas. Ella es una de las mayores expertas del país en el estudio de la especie.
Ni el tamaño, que apenas alcanza los 70 centímetros de largo en los visones machos, ni su volumen —no llega a los dos kilos de peso— llevan a imaginar su gran voracidad y su preferencia por los seres alados. Es omnívoro y oportunista. Come peces, reptiles, roedores y anfibios, pero también frutos. Tienen una dieta que les garantiza alimentación en casi todas las circunstancias posibles.
El macá tobiano atraviesa una situación dramática. Solo 750 individuos componen su población y el visón americano es una de sus principales amenazas. Foto: Matías Schinca.
El macá tobiano atraviesa una situación dramática. Solo 750 individuos componen su población y el visón americano es una de sus principales amenazas. Foto: Matías Schinca.
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GRANJAS DE 30 MIL INDIVIDUOS
Todo comenzó hace 90 años, cuando la moda internacional impuso el uso de los abrigos de piel como símbolo de sofisticación. Por todo el planeta florecieron los criaderos de animales destinados a la posterior confección de prendas y el sur de América fue uno de los puntos elegidos por la industria. “En los años treinta del siglo pasado, en la Argentina hubo incluso políticas gubernamentales que impulsaron la apertura de esos establecimientos”, relata Fasola. Por ejemplo, un estudio de 2014 indica que: “Específicamente con respecto al visón, en la década de 1930, el Ministerio de Agricultura argentino impulsó iniciativas de crianza de peletería, para diversificar las actividades económicas rurales”. Referencias similares al apoyo del gobierno a la expansión del visón quedan en evidencia en muchas otras investigaciones que se han publicado a lo largo de los años.
El visón americano se transformó en una de las estrellas del momento, con granjas dispersas por todo el sur del país. Las más grandes llegaron a contar hasta con 30 000 animales, pero no todas eran suficientemente seguras ni tampoco todas resultaron exitosas. Fue entonces cuando comenzaron los problemas. Los ejemplares que lograban escapar de las jaulas fueron el “germen” de la población silvestre de visones. El cierre de aquellos criaderos que fracasaban iba ampliando el número, ya que la mayoría de los animales eran liberados sin ningún control.
A partir de los años noventa las pieles sintéticas y el crecimiento de la conciencia conservacionista llevaron a la ruina definitiva del negocio y la cantidad de visones sueltos se multiplicó de manera exponencial.
Varios factores favorecen el crecimiento de la población. Por un lado, carece de grandes depredadores naturales: “Sus enemigos en el continente son el puma y algunos zorros, mientras que no tiene ninguno en Tierra del Fuego”, comenta la bióloga Lucía Rodríguez Planes, quien forma parte de la Dirección Regional Patagonia Austral de la Administración de Parques Nacionales (APN).
Tres visones americanos caminan despreocupados por la orilla de una laguna. El puma es prácticamente el único depredador que tiene la especie en la Patagonia. Foto: Romina Mancilla.
Otro de los factores de éxito del visón tiene que ver con las peculiaridades del aparato reproductivo de las hembras: “Poseen un reservorio donde pueden guardar semen de más de un macho, lo que provoca una fecundación selectiva. Por otro lado, el aumento de variables genéticas beneficia a una especie invasora porque mejora su capacidad de adaptación a los nuevos entornos. Pero, además, tienen la capacidad de retrasar la implantación del óvulo si las condiciones climáticas externas le resultan adversas, lo que les asegura el éxito de la camada”, indica Rodríguez Planes.
La explicación a su amplia y diversa distribución es más sencilla. Se trata de animales que ligan su vida al agua. Abundan en áreas lacustres, siguen la corriente de los ríos y se acomodan a la perfección al ambiente marino. “Si todavía le quedan algunas zonas por colonizar es porque todavía no han llegado a ellas. Pensemos que desde su introducción en el país no han pasado ni 100 años, un tiempo todavía escaso para abarcar todo el territorio patagónico”, reflexiona Hernán Pastore, biólogo referente de fauna de la Dirección Regional Patagonia Norte en la misma APN.
Si todo lo dicho fuese poco, el ser humano suele sentir una empatía natural con los visones americanos. Alargados, recubiertos con mucho pelo, de patas cortas y pequeñas manchas blancas en el rostro y el vientre, el visón tiende a despertar ternura. “Son animalitos preciosos, simpáticos, parecidos a los hurones que se tienen de mascota”, señala Laura Fasola, quien a manera de anécdota relata que más de una persona le ha pedido un ejemplar de regalo.
UNA INVASIÓN SUTIL Y SILENCIOSA
El rompecabezas de complicaciones con el visón americano se completa con otra particularidad. A diferencia de lo que ocurre con el castor (Castor canadensis), especie invasora que causa destrozos muy notables en la flora nativa del bosque de Tierra del Fuego, las consecuencias de la acción de los visones no resultan evidentes a simple vista, excepto cuando ataca animales de corral, perjudicando a los dueños de pequeñas granjas.
“Es muy difícil medir el impacto real sobre las especies que depreda”, resume Alejandro Valenzuela, bioecólogo especializado en manejo de especies invasoras e investigador adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). “Salvo en situaciones particulares, el visón nunca ha sido la principal amenaza de una especie, sino más bien la última gota que rebalsa el vaso”, añade Laura Fasola. “Se trata —puntualiza Valenzuela— de invasiones conocidas como silenciosas”.
Los efectos que produce deben buscarse entonces de un modo indirecto. “Algunos trabajos muestran que donde hay visones la reproducción de aves acuáticas es menor y tenemos indicios de que es uno de los problemas de conservación que sufre el pato de los torrentes (Merganetta armata)”, subraya Hernán Pastore.
Los estudios mencionan que el carácter omnívoro del visón extiende sus efectos al resto de la cadena trófica, porque ayuda a disminuir las poblaciones de crustáceos y peces en zonas costeras, o de anfibios y reptiles en otros ámbitos. Las consecuencias preocupan especialmente en zonas geográficamente aisladas, como el archipiélago fueguino, donde la actividad de un depredador exótico e invasor podría causar mayores estragos.
“El gran problema de sus amenazas es que son sutiles y graduales. Nadie encontró una gallineta chica (Rallus antarctica) o un pato depredado por un visón, pero al observar los datos de población de la gallineta se comprueba que su distribución se redujo en un 80 % y hoy está restringida a algunas cuencas que coinciden con las últimas zonas de avance de los visones”, indica Kini Roesler, biólogo, director del programa Macá Tobiano de Aves Argentinas y ganador del Premio Whitley en 2021.
Instalación de una trampa de captura sobre las aguas de un río. Según estén provistas o no de una guillotina estas herramientas matan o solo atrapan al individuo que entra en ella. Tampoco está del todo clara la influencia que el visón ejerce sobre el huillín (Lontra provocax), la nutria nativa de la Patagonia clasificada como En Peligro en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). “El tamaño sensiblemente mayor del huillín descarta la depredación directa, pero la competencia por alimentos similares podría ser un factor que empeore su situación en zonas donde la densidad de nutrias sea especialmente baja”, dice Hernán Pastore.
Luego de que 17 millones de visones fueran sacrificados en Dinamarca a inicios de la pandemia de COVID-19, tras demostrarse que hospedaban el virus SARS-Cov2, se encendió una nueva alarma: la posibilidad de que la especie pudiera contagiar sus patógenos a otros mamíferos. “Existe una variante de la enfermedad aleutiana, propia del visón. Se trata de una virosis que podría afectar a los animales con los que comparte las áreas de distribución”, sostiene Lucía Rodríguez Planes.
CONTROLES SELECTIVOS EN ÁREAS CLAVES
La dificultad para demostrar con datos concretos los daños que produce el visón americano sobre la fauna local ha sido uno de los grandes obstáculos que han encontrado los científicos para investigar a fondo la especie. Al mismo tiempo, esta situación expone cierta falta de interés institucional para buscar soluciones a su invasión, poner en marcha programas de manejo y sostenerlos en el tiempo. “El tema del control de especies exóticas requiere de continuidad. No se puede controlar una especie hoy, mañana no y después otra vez sí, pero esto es lo que viene sucediendo desde hace años”, expresa sin titubeos Hernán Pastore.
“A principios de los años setenta, los guardaparques del Parque Nacional Los Alerces, en el centro de la Patagonia, empezaron a ver cada vez más visones, al tiempo que iban desapareciendo las aves de las lagunas y los coipos (Myocastor coypus), una nutria roedora [nativa del sur de Sudamérica] cuyas poblaciones eran bastante importantes. Habían pasado 10 o 15 años desde el cierre del primer criadero de visones y fueron las primeras alarmas”, rememora Laura Fasola. Los cuidadores del área protegida detectaron el peligro y construyeron pequeñas trampas de madera para intentar ponerle un freno al avance de la especie exótica.
Desde entonces, las técnicas y los modos de combatirlos han avanzado, adaptándose a las circunstancias y la fauna a proteger. Alejandro Valenzuela resume el concepto general de las tareas que se desarrollan: “Lo ideal sería erradicar la especie, pero sabemos que esto ya es imposible. Entonces la mejor estrategia es hacer un control en sectores importantes para la conservación de la biodiversidad”.
Partiendo de esa base se han obtenido algunos éxitos. El más notable, sin duda, fue el obtenido en defensa del macá tobiano. La instalación de trampas de captura muerta —el animal que cae en ellas muere de manera instantánea— en los ríos que alimentan las lagunas donde nidifica la especie, y el patrullaje permanente durante la temporada de incubación y nacimiento de los pichones, ha conseguido que desde aquella noche de 2011 no se repita ningún episodio semejante entre la amenazada ave y el intruso omnívoro.
“Son unas 70 trampas en un recorrido total de unos 150 kilómetros que los llamados ‘guardianes de colonias’ [de aves] recorren una vez por semana de noviembre a mayo. El esfuerzo es enorme, pero gracias a esta doble estrategia no entró ni un visón más en esas lagunas”, afirma Roesler.
EL DESAFÍO DE LOGRAR LA APROBACIÓN POPULAR
En el Parque Nacional Los Glaciares se ha establecido un sistema de control preventivo para proteger una población de gallineta chica, empleando una táctica semejante a la usada en Los Alerces. En cambio, en la cuenca media del Río Chico, donde reside el mayor número de visones, la táctica es diferente. “Es un área de juncales demasiado amplia como para establecer una prevención permanente y por eso allí preferimos hacer un monitoreo constante para detectar el momento en que algún visón entra a la zona”, explica Roesler.
Muy poco estudiada, la gallineta chica padece como pocas especies el ataque del visón americano. Su área de distribución se redujo en un 80 % y hoy está muy fragmentada. Foto: Hernán Povedano.
Muy poco estudiada, la gallineta chica padece como pocas especies el ataque del visón americano. Su área de distribución se redujo en un 80 % y hoy está muy fragmentada. Foto: Hernán Povedano.
Más al norte, en el Parque Nacional Nahuel Huapi, se intenta proteger al pato de los torrentes colocando trampas de captura viva —que atrapan al ejemplar que cae en ellas sin matarlo—, dado que se podría provocar la muerte incidental de huillines, zorros y otros mamíferos menores que se encuentran en la zona.
Tareas semejantes se llevan a cabo en otras áreas protegidas pero, el punto crítico es que fuera de ellas no hay ningún tipo de control y eso impide eliminar por completo los problemas que causan los visones.
Valenzuela insiste, por su parte, en la importancia de lo que llama “la pata social” para alcanzar un mayor grado de éxito: “La manera de comunicar lo que hacemos y la educación ambiental relacionadas con las invasiones biológicas son aspectos muy importantes para lograr la aprobación del público sobre el tipo de manejo y conseguir que estos sean más efectivos”, señala a partir de la experiencia ganada gracias a un estudio realizado en torno a la erradicación del visón. “Cuando preguntamos a la gente si está de acuerdo con eliminarlos, casi la mitad contesta que no. Una vez que a las mismas personas se les explica el riesgo que genera en otras especies, la aceptación aumenta. Pero al contarles cuál es el método de eliminación, este les resulta cruel y la negativa es incluso mayor que al principio”.
Para los expertos, el tema de aceptación social es uno de los más complicados, sobre todo en especies que generan carisma, empatía y hasta ternura en los seres humanos.
En 2014, la provincia de Santa Cruz, por ejemplo, declaró al visón “especie perjudicial”. El año pasado finalizó el largo proceso de elaboración de una lista de toda la fauna y flora exótica en el país y, en junio de 2022, el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación adoptó por fin una Estrategia Nacional para “diseñar, implementar y ajustar políticas públicas destinadas a enfrentar el problema de las invasiones biológicas”. Sin embargo, aún no se sabe cuándo se empezarán a concretar esas políticas públicas.
A la guerra contra la invasión del visón americano todavía le quedan muchas batallas por librar en Argentina. Mientras tanto, como dice Alejandro Valenzuela: “Solo queda convivir con él de la manera ‘menos peor’ posible”.