Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), “el cambio climático se refiere a los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Estos cambios pueden ser naturales, por ejemplo, a través de las variaciones del ciclo solar. Pero desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas”. ¿Cómo se ubica Argentina y cuáles serían los efectos en el territorio nacional?
Una de las mayores problemáticas son los Gases de Efecto Invernadero (GEI) que genera el cambio climático a nivel mundial, cuando comenzó la quema de combustibles fósiles con la segunda revolución industrial y el cambio del carbón por el petróleo, no solo en las industrias sino con la aparición del automóvil. Esa nueva estructura de movilidad para las personas y el transporte de todo tipo, genera estas emisiones de gases de efecto invernadero “que actúan como una manta que envuelve a la Tierra, atrapando el calor del sol y elevando las temperaturas”.
Las concentraciones de gases de efecto invernadero se encuentran en su nivel más elevado en 2 millones de años, proceden tanto del dióxido de carbono y el metano y llegan a la escala mundial por el uso de la gasolina para conducir un coche o del carbón o el gasoil para calentar un edificio.
Pero también, el desmonte de tierras y bosques también puede liberar dióxido de carbono, así como los vertederos de basura al aire libre, son una fuente importante de emisiones de metano. Existen más de 5.000 basurales al aire libre en toda la República Argentina.
Por eso, la energía convencional, la industria tal como se la conoce hoy, el transporte, los edificios, la agricultura y el uso del suelo se encuentran entre los principales emisores de GEI. Y como las emisiones siguen aumentando, la temperatura de la Tierra es ahora 1,1 °C más elevada que a finales del siglo XIX. El informe de la ONU sostiene que la última década (2011-2020) fue la más cálida registrada.
Las consecuencias del cambio climático incluyen sequías intensas y escasez de agua, como las ocurridas durante 2020 y que se repiten en lo que va 2021, así con los incendios graves que se dan en el centro del país; pero también se da en el aumento del nivel del mar o grandes inundaciones, tal como están ocurriendo cada vez más recurrentes en Europa y Asia. Pero también hay fenómenos ambientales adversos que ya son una realidad en amplias zonas del país, como lo demuestra la bajante histórica del Paraná.
PRIMERA Y SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL. EL INICIO DEL PROBLEMA
Pensar que el problema del calentamiento global es un tema del siglo XXI, no es real, por eso es necesario ir a la génesis de la historia, ya no tan reciente, donde se pueda explicar como, paulatinamente inició el problema.
Los comienzos de la Primera Revolución Industrial, entre 1820 y 1840. Entendida como el proceso de transformación económica, social y tecnológica que se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en el Reino de Gran Bretaña, para luego extenderse unas décadas después a gran parte de Europa occidental y América Anglosajona, dan comienzo incipiente, a la problemática ambiental.
Durante este corto pero intenso periodo se vivió el mayor conjunto de transformaciones económicas, tecnológicas y sociales de la historia de la humanidad desde lo que históricamente se denominó el Neolítico. Esto dio paso, desde una economía rural basada en la agricultura y el comercio a una economía de carácter urbano, industrializada y mecanizada.
Obviamente el problema comenzó allí y lejos de mejorar, se fue profundizando con la Segunda Revolución Industrial. Esta se refiere a los cambios interrelacionados que se produjeron entre 1870 hasta 1914, cuando se inicia la Primera Guerra Mundial.
Y desde ese momento, los cambios sufrieron una muy fuerte aceleración, producto de la tecnología generada por la industria de la guerra. El proceso de industrialización cambió su naturaleza y el crecimiento económico varió de modelo.
Los cambios siguieron ocupando una posición central, junto a las innovaciones tecnológicas alcanzadas pero concentradas en nuevas fuentes de energía como el gas o la electricidad, nuevos materiales como el acero y el petróleo y nuevos sistemas de transporte (avión, automóvil) además de la transformación de la comunicación con el teléfono y la radio.
Estas transformaron el factor trabajo y el sistema educativo y científico; también cambiaron el tamaño y gestión de las empresas, las formas organizacionales del trabajo y por supuesto el consumo, con la consecuente manera de hacer política.
Recién con la aparición de la tercera revolución industrial, conocida como la revolución de la inteligencia (RCT), concepto y visión esbozada por Jeremy Rifkin pero también avalada por el Parlamento Europeo, en lo que fue una declaración formal aprobada en junio de 2007.
Es así que la conjunción de la tecnología de comunicación de Internet y las energías renovables en el siglo XXI, está dando lugar a la Tercera Revolución Industrial y por ello, esta revolución se caracteriza por 5 pilares.
El cambio a energías renovables; La conversión de edificios en plantas de energía; El hidrógeno, las baterías recargables y otras tecnologías de almacenamiento de energía; La Tecnología Smart grid o de Red de distribución de energía eléctrica «inteligente»; El Transporte basado en vehículos todo-eléctricos, híbridos enchufables, híbridos eléctricos regulares y de pilas de combustible, utilizando como energía de propulsión la electricidad renovable.
Sin embargo, el informe de la ONU, profundiza la descripción de las transformaciones que se verifican recién desde 1960, respecto de la Argentina. “Se observaron cambios en el este y en el norte del país con respecto a la frecuencia de temperaturas extremas, menores heladas y mayor frecuencia de las olas de calor. A su vez, la cantidad de días al año con olas de calor se duplicó, en particular en las regiones próximas a la ciudad de Buenos Aires”.
También destaca que “se observaron aumentos en la precipitación media anual para la mayor parte del territorio. Este cambio trajo importantes consecuencias en el balance hídrico y la hidrología. En el este y centro de la provincia de Buenos Aires, sur de Santa Fe y sur de Corrientes, numerosos campos se han transformado en lagunas permanentes y espejos de agua, tales como las lagunas de Mar Chiquita en Córdoba y de la Picasa en Santa Fe, las cuales aumentaron considerablemente su superficie”.
“Por el contrario, sobre los Andes patagónicos se observó una variación negativa en la precipitación media anual. Las tendencias de los caudales de algunos ríos en el norte de Mendoza y en San Juan parecen indicar menores precipitaciones en sus altas cuencas sobre la Cordillera. Hubo un aumento en la frecuencia e intensidad de precipitaciones extremas en gran parte del país, registrándose mayores valores en el Litoral húmedo. Esto se tradujo en inundaciones más frecuentes, influenciado también por una inapropiada ocupación y uso del suelo”, continúa el documento.
También advierte que “en el oeste y más notoriamente en el norte los períodos secos de invierno se han hecho más largos. Esto ha generado problemas en la disponibilidad de agua para algunas poblaciones y para la actividad ganadera, creando condiciones más favorables para incendios de pastizales y bosques”.
PENSANDO EL FUTURO INMEDIATO
El informe de la ONU respecto de la Argentina es muy detallado y sostiene cambios por regiones que si no se establecen políticas de estado rápidamente y en formas sostenibles y racionales, podrían modificar el clima de manera abrupta.
Para el Noroeste, el informe asegura que habría una mayor dificultad en el acceso al agua en algunas poblaciones, impactos por inundación y contaminación del agua de consumo, incremento de olas de calor, aumento de condiciones para incendios forestales, rurales y de pastizales y mayor estrés en el ganado y aumento en la aparición de plagas agrícolas. Aceleración de los procesos de desertificación, impactos adversos en la actividad turística y retracción de glaciares de escombros.
En tanto que el Noreste tiene alto riesgo de transmisión de enfermedades como dengue y fiebre amarilla, inundaciones y anegamientos, aumento de precipitaciones, bajantes extraordinarias de los ríos que provocan inconvenientes en la provisión de agua potable, pérdidas en cultivos en general, tales como soja, girasol, algodón, maíz, trigo y arroz, y el aumento de plagas agrícolas, aumento de periodos de extrema sequía con mortandad de animales.
Para la zona de Cuyo, se prevee aumento y prolongación de los periodos de escasez hídrica, restricciones en la disponibilidad de agua para el riego olivícola, vitivinícola y frutihortícola, aumento de periodos de extrema sequía, aumento de aluviones regionales.
En cuanto a la Patagonia, la reducción de caudales de ríos y la disminución de la disponibilidad de agua, ascenso del nivel del mar en zonas costeras, mayor frecuencia e intensidad de eventos extremos, deshielos tempranos, impactos negativos en las actividades turísticas de montaña e invierno, generarían condiciones favorables para el desarrollo de incendios forestales.
Finalmente, para el Centro del país, el informe asegura un aumento de la frecuencia y duración de las olas de calor, presiones incrementales en la infraestructura existente, por ejemplo, en la limitación de la distribución eléctrica en momentos de alta demanda, pérdidas en la actividad agrícola ganadera por inundación o sequía, afectaciones ecológicas, turísticas, residenciales y de infraestructura por erosión costera y aumento del nivel del mar, daños incrementales en la infraestructura y en viviendas ubicadas en zonas bajas e inundables por precipitaciones extremas de corta duración.
EL RANKING MUNDIAL
Si bien el primer lugar del ranking de emisión de Gases de Efecto Invernadero es para los Estados Unidos, que lleva emitido más 509 mil millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) desde 1850, lo que significa el 20 por ciento de las emisiones acumuladas”, indica el informe de la ONU. Le sigue China, con el 11 por ciento del total y Rusia con el 7 por ciento.
En cuanto a Sudamérica, el país con mayor responsabilidad histórica en emisión de CO2 es Brasil, con 16 gigatoneladas, obviamente muy por debajo de la marca de las economías industrializadas de Europa Occidental.
Sin embargo, al incorporar el impacto de la deforestación, Brasil salta al cuarto lugar de la lista histórica, con el 5 por ciento de la emisión total. El informe calcula que “la destrucción de entornos naturales implica para Brasil la emisión de casi 97 gigatoneladas de CO2. En una situación similar está Indonesia”.
En Europa, Alemania, el Reino Unido y Japón tienen un perfil parecido. Son enormes emisores por quema de combustibles fósiles, con 93, 75 y 67 gigatoneladas, respectivamente, pero la variable del uso de la tierra les beneficia, porque no presentan un grado de utilización tan extensivo de la tierra como los países en desarrollo. Con todo, ocupan el sexto, octavo y noveno lugar.
LA SITUACIÓN DE ARGENTINA
A la economía nacional, según la ONU, se le asigna un total de emisiones por quema de combustibles fósiles del orden de las 8,6 gigatoneladas de CO2, por debajo de otras naciones como México (20,6), Polonia (28,1), Irán (19,7), Indonesia (14,6), Ucrania (30,0) y algo por arriba de Tailandia (7,7).
Pero sin embargo, Argentina queda perjudicada por la irracionalidad en el uso de la tierra, por lo cual el informe le asigna 23,7 gigatoneladas emitidas. Por ello, queda en el puesto 14 de emisiones históricas. En ese sentido, Argentina es el sexto país del mundo en términos de tierra cultivada, con 39 millones de hectáreas y según datos oficiales, el país está entre los diez países con mayor pérdida neta de bosques en el período 2000-2015, teniendo en cuenta que la región más afectada es el Parque Chaqueño, el segundo foco de deforestación de la región después del Amazonas.