Conocemos esa dinámica económica. Por más relato épico que quieran imponer, al momento de pagar en el kiosko, en el súper chino o en la carnicería del barrio esa suba de precios golpea adonde los aumentos no llegan: al bolsillo de la gente. Se hace cuesta arriba remontar emprendimientos, cada vez cuesta más llegar a fin de mes y ya sea para quien tiene un ingreso formal como para aquel que está desempleado el hecho de poner el pan en la mesa se vuelve muy difícil en este contexto.
La ida de Nielsen de la conducción de YPF (colocado ahí por el Massismo) demuestra dos cosas: 1) “los funcionarios que no funcionan” empiezan a caer y 2) con esa caída los sectores y espacios de poder son coaptados por las líneas camporistas. Es lógico atento a quien verdaderamente conduce los destinos del gobierno ha trazado como estrategia quedarse con los resortes y las cajas del poder, lo hizo con la ANSES, el PAMI, Aerolíneas Argentinas… en definitiva, lo que predecíamos en el 2019 en este 2021 se viene consolidando.
En este tipo de decisiones “macroeconómicas”, o sea los 5 incrementos de precios de los combustibles en lo que va del 2021, se puede apreciar el duro impacto que tiene en el día a día, que supera el escenario de la lucha de poderes políticos. Eso tarde o temprano llega a la “microeconomía”; cargar nafta en Resistencia no es lo mismo que en Misión Nueva Pompeya o Taco Pozo. Los vecinos de la capital provincial en promedio deben pagar (luego de los 4 aumentos en este 2021) alrededor de $80,00 pero allá en el Impenetrable profundo, el litro de nafta alcanza los $98,00, esa diferencia se traslada a los precios de todas las cosas, sean alimentos, indumentaria, implementos agrícolas, útiles escolares, lo que sea.
Quien deba viajar del interior provincial a Resistencia, luego de obtener los permisos de las aplicaciones regulatorias del Estado por el covid, es testigo de la escalda de precios en los pasajes, cualquier diligencia, tramite o tratamiento médico se vuelve inaccesible para quienes depende de ese medio de movilidad para realizarlo. Un pasaje desde Juan José Castelli a Resistencia cuesta $750,00 o uno desde Gancedo ya está en $850,00; Y si analizamos el costo del pasaje en las líneas de colectivos de la capital chaqueña tendrán que actualizarse, el monto actual de alrededor de $26,00 seguramente será cuestionado por las empresas, que con capacidad y frecuencias reducidas vienen prestando el servicio en esta pandemia.
Una de las asimetrías que debe vencer nuestra producción agropecuaria es la distancia de los grandes centros urbanos, de los puestos cerealeros y de las industrias, por lo que cada nuevo aumento repercute también en los costos logísticos, por ello el debate de tarifas diferenciadas y montos de peajes adecuados a la actividad productiva es un debate más que necesario a favor de las provincias del norte argentino.
Pese a tener la inflación “tapada”, sumándose a las cortinas de humo en la discusión pública que nos tratan de imponer; con un escenario de pandemia amenazante en la “segunda ola” que se aproxima, en silencio siguen los aumentos. Ya se prevén nuevos ajustes de precios en las pizarras de las estaciones de servicios para el mes de febrero y marzo, lo que este círculo de encarecimiento de bienes y servicios no se va detener.
Veíamos que nuestro país volvía a sostener el crecimiento de la matriz energética, teníamos proyectos de energía renovable como la eólica y la solar, se apuntalaba la exploración de gas y petróleo en nuestro mar, se tenía a “Vaca Muerta” como uno de los proyectos petrolíferos más grande en el mundo y habíamos pasado de ser importadores a ser exportadores de gas natural. Pero acá estamos: con una YPF que se iba a ser cargo de Vicentin, con el regreso del buque gasificador para volver a importar y con el valor bursátil de la compañía por el piso. Pero una buena: con los nuevos aumentos que pagaremos todos lo que hara subir es la recaudación de la empresa estatal y ya sabemos adónde irán a parar esos “ingresos extras” en este año electoral.