El deporte está aportando al mundo la alegría y el ánimo que tanto se necesita para superar estos tiempos difíciles. Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, la Copa América, la Eurocopa y Wimbledon –entre otros- traen en este tiempo de incertidumbres, emoción y entretenimiento a millones de personas.
Y es precisamente este momento el que debemos aprovechar para abordar y adoptar a la actividad física como un estimulante para el bienestar general, reconociéndole otros beneficios como: mejoras en la salud mental, prevención de la demencia, tratamiento de alteraciones en el sueño, así como evitar lesiones por caídas y sus consecuencias, entre muchos otros beneficios.
En el 2016, una cuarta parte de la población mundial era físicamente inactiva, aumentando el riesgo en el desarrollo de enfermedades a las que llamamos crónicas no transmisibles (obesidad, cáncer, hipertensión arterial, enfermedades renales) citadas justamente así por su evolución lenta, consecutiva y por la mala calidad de vida que generan.
En la actualidad, claramente la pandemia de Covid- 19 nos ha mostrado el enorme valor de la actividad física vinculada al bienestar de las personas a nivel mundial.
El ejercicio durante el tiempo de aislamiento social obligatorio fue considerado una actividad esencial por muchos gobiernos en todo el mundo, tan esencial como el alimento, el distanciamiento social y la búsqueda de atención médica.
Las primeras campañas gubernamentales de regreso paulatino a la actividad diaria durante esta pandemia, alentaron al público a salir y hacer ejercicio, más aun, teniendo en cuenta las investigaciones actuales donde se confirma que realizar actividad física en forma regular se asocia a un menor riesgo de presentar formas graves de COVID-19.
Existen además, beneficios adicionales en la promoción de la actividad física, entre ellos: la menor contaminación atmosférica y acústica, la mitigación del cambio climático y otros aspectos amigables con la ecología, que surgen consecuentemente del menor uso de transportes motorizados a cambio de traslados activos como caminatas y en bicicletas, al trabajo y la escuela.
Países consustanciados con este tipo de políticas han invertido en ciclovías y mejoras en la infraestructura peatonal.
Se torna entonces fundamental hacer foco en la necesidad urgente de aumentar los niveles de actividad física, tanto de la población general como en niños y adolescentes, incluyendo a los adultos mayores y a las personas con discapacidad.
Es indispensable reflexionar y comprender que las estrategias en salud pública de esta magnitud aumentarán las expectativas de vida, disminuirán las dolencias a edades más tempranas y –consecuentemente-, reducirán el gasto en salud de la población.
La pandemia demostró lo fácil e importante que es hacer una caminata diaria de 30 minutos.
La promoción de la actividad física en nuestros entornos familiares inmediatos, con objetivos razonables y progresivos, demostrará que mantenerse en movimiento es posible.
De nosotros depende lograr que estos buenos hábitos persistan en el tiempo.
(*) Dra. Celeste López