Hace un puñado de días, la caterva opositora al gobierno, amontonada y resguardada en el poder legislativo, mostró las uñas y su falta de escrúpulos.
Conscientes de la derrota electoral que se les avecina y temerosos de su destino, decidieron ejecutar un golpe directo al corazón del plan económico del gobierno emitiendo una serie de dictámenes que romperían el tan laborioso equilibrio fiscal alcanzado con gran esfuerzo por todos los argentinos.
Aumentos en las jubilaciones y a quienes prestan servicios a personas con discapacidad constituyó el primer ataque. Nadie en su sano juicio puede desconocer la precariedad de estos sectores, y creo que el ejecutivo no escapa de ello. Pero, como dijo nuestro Salieri criollo: “la única verdad es la realidad” y la realidad es que, más allá de lo justo de los reclamos, cumplir con los aumentos generaría un déficit fiscal que debería ser cubierto con emisión monetaria, lo que nos llevaría nuevamente a padecer una inflación empobrecedora.
No conforme con esto, los diputados rechazaron los decretos firmados por el presidente, mediante los cuales disminuían el gasto del estado nacional y posibilitaba, en un futuro no muy lejano, bajar los impuestos.
Y, como frutilla del postre, los gobernadores se unieron para exigir que se les coparticipara impuestos nacionales que no les eran compartidos hasta hoy.
¿Y que tienen en común todos estas sanguijuelas? Que no saben hacer otra cosa que chupar la sangre de los argentinos, más aún cuando ven peligrar su futuro. Si el plan del presidente resulta exitoso, seguramente ellos no volverían nunca más al poder.
Y no te dejes engañar, no les interesa que millones de compatriotas caigan bajo la línea de pobreza y pasen hambre. Estos son, para ellos, tan solo “daños colaterales” en su batalla por conservar sus privilegios y su poder.
Por supuesto que Milei comete errores (y algunos groseros). Tampoco comparto sus modos, pero, en lo personal, prefiero juzgar el conjunto de sus actos, sus logros y la dirección en la que está encaminando nuestro país, y debo decir, que creo que es la correcta.
No olvidemos cómo estábamos hace poco más de un año, no solo en lo económico, sino también en seguridad y en alineamiento internacional.
Actualmente no estamos bien, pero estamos mucho mejor y en la senda que recorren los países serios y respetados.
No debemos firmarle un cheque en blanco al presidente. Debemos marcarle los errores que consideramos que comete y procurar que los corrija, tal como lo haríamos con cualquier amigo o familiar al que queremos, no porque queramos a Milei, sino porque todos formamos parte de esta familia que amamos y a la que llamamos Argentina.
(*) Por Rogelio López Guillemain