La magnitud del triunfo de Javier Milei en el balotaje no deja dudas. Con 21 provincias ganadas sobre 24 -dos de ellas, Mendoza y Córdoba, con más del 70 por ciento de los votos- y casi 12 puntos de diferencia con su competidor, el libertario arrancará su gobierno con un enorme apoyo popular.
La «campaña del miedo» financiada inescrupulosamente con fondos públicos fracasó rotundamente. Y no era para menos. A nada se le podía tener más miedo que al kirchnerismo, que saqueó al país durante dos décadas y demostró su «respeto a la Democracia y a las instituciones» intentando voltear a la Corte Suprema de Justicia, espiando a jueces, periodistas, «compañeros» y opositores –a propósito, ¿qué fue de las carpetas encontradas en el allanamiento a la casa de Cristina en El Calafate?- y tirando junto a sus aliados de la Izquierda 14 toneladas de piedras al Congreso para imponer por la fuerza lo que no conseguían por los votos. Y que, además, nos dejó una inflación cuatro veces mayor que la que recibió en 2019.
El uso de todos los recursos del Estado para hacer campaña por Massa, desde la vergonzosa militancia ejercida por los medios «públicos» y privados bancados por la pauta oficial, hasta la irresponsable emisión monetaria, terminaron «quemando las naves» pero no a cambio de una victoria, sino recibiendo el escarmiento de una derrota histórica.
Las advertencias por los «derechos que se iban a perder» en caso de que ganara Milei sonaron absurdas. ¿Cuáles son los derechos que tiene el 40 por ciento de argentinos que Alberto, Cristina y Massa llevaron a hundirse en la pobreza? ¿Cuáles los que tuvieron los muertos por la Pandemia mientras los funcionarios se robaban las vacunas y estaban de fiestita en la quinta presidencial? ¿Cuáles los que tenemos los millones que no podemos salir a la calle tranquilos, porque allí mandan los narcos y los asesinos?
Lo que muchos quieren defender no son sus derechos, sino sus privilegios. Así debe leerse cada amenaza literal o velada de las muchas que ya están apareciendo y que pretenden condicionar a un Gobierno que todavía no asumió.
Democracia es respetar la voluntad de la mayoría. Y la mayoría dejó un mensaje muy claro a la hora de ir a las urnas.
Así deberían entenderlo todos los que descalifican a quienes piensan distinto. ¿Con qué autoridad y desde qué púlpito se sentencia quiénes son los «fachos» y quiénes los «democráticos»? ¿Quién dijo que «la Derecha» es lo malo y «la Izquierda» lo bueno y angelical?
Se terminó una etapa nefasta para el país y llega una nueva forma de hacer política. Si hay algo en lo que todos coincidimos, es en que Milei no se mueve con las formas habituales de nuestra dirigencia. Tal vez por primera vez, escuchamos a alguien hablar seriamente y de un modo franco sobre la grave situación en la que Argentina está inmersa y la urgencia de cambiar el rumbo para evitar el colapso total. Necesitará diálogo y consensos. Veremos si lo logra.
Hay un detalle fundamental: Esta vez, se eligió a un Presidente que no tiene prontuario. No es un mal comienzo.
(*) Alejandro César Suárez, periodista.